Desde hace un tiempo lo vengo notando. Existe una corriente de alquimistas que trabajan con una materia mineral y un agua filosófica, que le llamamos Fuego Secreto, y otro grupo que trabaja únicamente con una materia con la que componen todo.
Tratados antiguos de autores como los de Nicolas Valois, El Cosmopolita, Limojon de Saint Didier, Fulcanelli, e incluso el Donum Dei, nos dan explicaciones concisas y seguras de como debe operarse con ese mineral y esa agua.
A ese mineral le llaman indistintamente oro, dragón, galena, antimonio, etcétera. El quid de la cuestión es saber de qué mineral se trata, tan oculto quedó por los siglos de confusión intencional. Y el agua filosófica que le es apropiada no es otra cosa que el volátil, el fuego secreto, el agua seca que no moja las manos, etcétera.
En definitiva, es un camino de una materia fija y una volátil, algo que nos recuerda Cyliani en su obra:
“Quiero prevenir aquí no olvidar jamás, que no hacen falta sino dos materias del mismo origen: una volátil, la otra fija; que hay dos vías, la vía seca y la vía húmeda. Yo sigo esta última de preferencia, por deber, aunque la primera me sea muy familiar; ella se hace con una materia única.”
En otras palabras, la vía húmeda es la que utilizamos nuestro oro y nuestra agua para hacerlo todo. De esta mezcla formamos nuestro Duenech verde y líquido, y si este color no se ve, que jamás imaginaríamos que proviene de dicha vida metálica, no estamos trabajando sobre la auténtica materia (les aclaro que no es el cobre).
La otra vía, de una sola materia es la vía seca. Pero no es la del Crisol y el antimonio archiconocida y mencionada hasta el hartazgo por Fulcanelli, Canseliet, y tantos otros más que se conmovieron por lo que explicó en su día Alexander Von Suchten sobre el regulo de antimonio y la posibilidad de hacer oro y obtener el famoso Oro Médico.
La otra vía se puede hacer de innumerables materias, porque lo que buscamos la tienen todas, y se hace por el Arte de Vulcano nada más.
En las 12 llaves de la Filosofía Basilio Valentín nos aclara que la materia no tiene precio y que está compuesta del blanco y del rojo. Para los que siguieron los trabajos de George Ripley o Theodorus Mundanus, entre muchos otros, esto queda del todo claro. El que es demasiado explicito al respecto es Mundanus y el autor Blaise De Vigenere, y el asunto queda más o menos esclarecido en mi libro Capturando un Rayo de Sol.
Estos son los caminos, no hay otros que no sean estos.
Creo que por fin algo de luz se ve en el asunto tras cotejar infinitos autores herméticos, y lo que el laboratorio enseña, por supuesto, que es lo principal de toda búsqueda alquimica.
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