Este texto,
de un hermano de la Cruz Dorada, así al menos se autodefine, nos conduce a la
materia con la que debemos trabajar y confirma las palabras de Bernardo El
Trevisano sobre nuestra única materia con la que se hace todo. Si trabajamos
con otra es en balde, y lo único que se hace es perder el tiempo. A través de
una revisión de los reinos, animal, vegetal y mineral, nos conduce a la
comprensión de lo que realmente hay que hacer para escoger nuestro Sujeto. Porque,
si seguimos las vías no metálicas, caemos en un grave error que ya nos
sentencia el autor de manera lapidaria: “me asombran aquellos que desean ser
considerados grandes adeptos, y sin embargo buscan la sustancia de la piedra en
la menstruación femenina, el líquido seminal, los óvulos, el vello, la orina y
cosas similares, y no se avergüenzan de llenar tantos volúmenes con sus vanas e
inútiles recetas” .
Un tratado
que merece un lugar destacado en nuestra biblioteca.
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