Una de las mentes más avanzadas de la época, sin duda alguna, fue George Starkey, cuyos diarios estamos a punto de revisar. Este hombre, nacido en las Bermudas, tenía los objetivos bien claros: fabricar medicinas eficientes, descubrir técnicas nuevas, y por supuesto, elaborar la Piedra Filosofal. En su búsqueda, no dejó de probar con todo lo que encontraba. Su obsesión por las sales volátiles, y por el Alkahest lo vemos reflejado en estos diarios. Lo que no dice, pero se intuye sobremanera, que su alterego fue Ireneus Filaleteo, aquel misterioso alquimista inmortal, cuyas bases sentaron la obra práctica de Newton.
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