Por mucho tiempo estuvimos abordando la operatoria que menciona el libro conocido como EL Becerro de Oro , de Helvetius . En dicha obra, el ...

El proceso oculto de Helvetius y el adepto "fundidor de latón"




Por mucho tiempo estuvimos abordando la operatoria que menciona el libro conocido como EL Becerro de Oro, de Helvetius. En dicha obra, el autor asegura haberse encontrado cara a cara con un adepto que en 1667 le dio un trozo de piedra filosofal y transmutó plomo en oro. 

La historia no sería algo más que una anécdota si no fuera que Helvetius era un médico prestigioso y que su caso lo investigó el propio Baruch Spinoza. A diferencia de lo que se pudiera pensar sobre Spinoza, este hombre tenía unos avanzadísimos conocimientos en alquimia operativa. A tal punto que en la correspondencia con Robert Boyle vemos que intercambian procedimientos químicos avanzados y al nivel del propio Boyle. 

Cuando Spinoza se encuentra con el orfebre en La Haya y examina el oro transmutado, se sorprende de las palabras del orfebre que le dice que ese oro era extraño, porque unido a la plata la había vuelto como el oro. Más tarde se reúne con Helvetius e intercambian relatos, el propio médico Helvetius le promete que narrará el episodio en un libro para que quede el registro histórico de lo sucedido. 

Esta intervención de Spinoza, que hasta el día de su muerte creyó en las posibilidades de la crisopeya, hizo que inspeccionara posibles operatorias para esclarecer la factibilidad del proceso. Y tenia algunas pistas dejadas por el anónimo visitante, llamado Elías el Artista, que quizá no fuera otro que el propio Helvetius

Esas pistas nos condujeron con dos minerales y una sal solvente de connotaciones celestiales. Veamos las posibilidades. 

 
LA OPERATORIA 

El adepto con quien conversa Helvetius es muy claro en el uso de dos minerales y una sal celestial. A lo largo de los siglos, se especuló que esos minerales y la sal deberían corresponder al hierro, la estibina y el nitrato de potasio. Marte, el Dragón y el Nitro. 

El Nitro, como representación en la tierra del Espíritu del Mundo. Marte como símbolo del fuego solar manifestado dentro de la materia grosera (al respecto léase a Fulcanelli) Y el dragón o lobo gris que devora todo y se roba la semilla solar del hierro. 

El adepto le dice un detalle más: que utiliza crisol y a fuego abierto. Y que la obra se concluye en 4 días nada más. Otro detalle más es que aquel adepto recomienda a Basilio Valentín, y al Cosmopolita, autores que abordaron el trabajo con estibina y minerales, entre otras muchas cosas (aunque Cosmopolita es más partidario del aire, y de sacar el alimento de vida de ahí mismo). 

Revisando a Valentín, y tomando como asociación la idea de un crisol y que en 4 días se Consume, en palabras del adepto: 
“se consume en 4 días y su costo es de solo 3 florines” 
Y Basilio Valentín en su Carro Triunfal del antimonio
“Este Régulo, o Estrella, puede ser llevado muy a menudo a través del fuego con una serpiente de piedra, hasta que finalmente se consume a sí mismo y se une por completo a la serpiente. El Alquimista tiene entonces una sustancia caliente e inflamable, en la que están latentes maravillosas posibilidades.” 
La frase "se consume a si mismo" ¿que nos sugiere? Es simple: de los minerales involucrados el único que es fijo es el hierro. Porque tanto la estibina como el nitro (la serpiente de piedra) son volátiles y si los dejas solos en un crisol a fuego abierto te encontrarás que desaparecieron al cabo de unas horas a 1000 grados de calor como lo he hecho varias veces. 

El régulo, entonces, se consume a si mismo dejando lo que los antiguos llamaron Rémora, una esfera metálica de hierro puro que, en la preparación del régulo marcial, la estibina se llevó consigo. 

Rémora que queda tras volatilizar el mercurio, o sea, el antimonio. Crédito: click aqui


Esta es la semilla u oro de los filósofos, a decir de algunos autores, como por ejemplo Pierre Dujols y Fulcanelli. ¿Entonces qué sucede si se le añade nitro a esta evaporación del antimonio (estibina) o como le llaman también a este mineral, Mercurio?. Pues que también emprenderá vuelo. Y nos quedará esa rémora desnuda que no nos es de mucha utilidad y ni siquiera es la Piedra Filosofal. 

Por lo tanto, interpretar la palabra “consumir” como dejar que se volatilicen sales y minerales parece que no es la explicación al problema. No hace falta 4 días para que se complete, en un par de horas, y un destrozo del crisol, lo haces. 

Revisando el texto en latín parece aportar alguna diferencia a la interpretación: 
“La obra es verdadera. Entonces no más de cuatro días desde que comienza y se consume por completo, en que toda la obra no se gaste más de tres florines.” 
Ahora parece indicarnos otra cosa: que empieza y se termina (ese es el significado de consumir) por completo en 4 días. No significa que las materias deben consumirse en si mismas. Sino que el proceso completo demora 4 días. 

Por otro lado, Helvetius, al final de su tratado, nos dice un detalle interesante: 
 “Azufre metálico mezclado con salitre, se puede convertir, por un suave calor, primero en tierra sólida, luego en aire, luego en agua clara y luego en un cristal de hermoso color y una penetración más alta que la del fuego - así como la gallina se desarrolla a partir del huevo aparentemente sin vida desde un calor suave." 
 Aquí declara el autor que es 1 mineral y 1 sal, y NO dos minerales. Es un sulfuro. Y la traducción del latín , en las palabras de Elías, nos ayuda a entender mejor el contexto: 
“En cuanto a la Materia de la que se completa el Arcano, digamos, caso quisiera dar solo dos Metales y Minerales, de los cuales se debe preparar, porque abunda mucho mas en estos Minerales de azufre filosófico. Por lo tanto, está hecho de minerales. Pero le pregunté dos veces; Respondió cual sería el menstruo, y si la operación se hacía en copas, o bien en crisoles: el menstruo es Sal de una cierta virtud celestial, por cuyo favor los Filósofos alaban sólo al Corpus Metalicum terrenal, y lo alaban inmediatamente desde que conduce al Elixir Noble de los Filósofos. Y en el crisol, desde el principio hasta el final, incluso en el fuego abierto, se completa la operación: La obra es verdadera. Entonces no más de cuatro días desde que comienza y se consume por completo, en que toda la obra no se gaste más de tres florines. Y argumenta que ni el mineral a partir del cual, ni la sal a través de la cual, se vuelve de gran valor. .. " 
Fijémonos que habla de mineral al final, no Minerales, pero parece haber dicho Minerales al inicio porque estos tienen mayor azufre filosófico, por eso se refiere en plural a Minerales. Es una referencia a lo que debería interesarnos que estos contienen. Es la vida del mineral, después de todo, ese azufre, como dice Cosmopolita (el otro autor citado por Helvetius y su adepto) lo que hace que estén vivos.

Y es la intervención de la sal con el mineral lo que hace "despertar" el elixir de los sabios. Esto nos lleva - y ya volveremos a ello - al antimonio diaforético de Basilio Valentín.

Ahora bien, el antimonio suele venir acompañado de arsénico y de plomo, materias tóxicas de las que difícilmente se puede desligar, ni con el fuego. La interpretación de Jean Dubuis de que con calor se elimina el azufre y el arsénico no se corresponde con los modernos trabajos de expertos en minerales y químicos profesionales. No es el único desacierto de aquel autor, me temo que arrastra varios, como cuando dice que sometiendo a la galena a calor continuo se desprende de la misma una suerte de mercurio, análogo al azogue vulgar. Pero no nos detengamos en Dubuis. Continuemos. 

El supuesto adepto Elias, tras hablar de dos minerales o minerales en general, luego vuelve al singular al decir el "Corpus metalicum terrenal" y, en el final, lo vuelve a hacer al mencionar el costo de las materias diciendo "ni el mineral", refiriéndose a uno solo. Esto nos lleva a pensar que únicamente se trabaja con un mineral de notable azufre filosófico. 

Un azufre que enseña Federico Gualdi a extraer pacientemente - con una lejía confeccionada con nitro y carbón - de la estibina, y luego alcohol puro sublimándolo para hacer lo que él considera es una Medicina Universal, proceso que yo elaboré convenientemente  en varias ocasiones y puedo decirles que más que una medicina es un poderoso ácido corrosivo..

Ahora bien, tomar un solo mineral, un sulfuro, ya nos aleja de la vía seca estereotipada a lo largo de los siglos por Alexander Von Suchten, Fulcanelli, Dujols, Canseliet , Patrick Riviere y tantísimos hombres más que trabajaron con el hierro, la estibina y el nitro y jamás completaron la Gran Obra. Al menos la Obra de la que entendían, que iba a darles la crisopeya y la salud eterna. 

La lógica de sus procesos no era desatinada: era transferir desde el núcleo del lingote de estibina, es decir, del régulo marcial estrellado, su azufre solar constituido en puro hierro. La analogía y simbolismo de que el hierro es el sol y tiene azufre está clarísimamente expresado por Fulcanelli. 

Está transferencia se produce directo a la materia nitrosa: el nitro se va modificando, coloreándose, y al final se tiene , cuando se evapora por completo el régulo, o la cáscara antimonial, un hierro unido a un carbonato amarillo. 


En esta instancia el nitro queda magnetizado y ahí se acaba el asunto. Daría pie a las palabras de Cyliani, que también parece haber conocido esta vía, cuando dice que la piedra filosofal es una sal magnética. El nitro, a fin de cuentas, queda magnetizado. Una suerte de carbonato de hierro. 

Pero no nos da la inmortalidad. Ni mucho menos elimina nuestras penas que arrastramos por ser conscientes de nuestra transitoriedad humana. Únicamente la Piedra Filosofal lo ofrece. Y esto no lo es. El mete y saca de materias nos lleva por caminos que no son los de la naturaleza, sino la metalurgia. El fuego es el tirano de la obra, como bien se sabe.

 EL PROCESO DE HELVETIUS 


Dejando de lado el régulo marcial estrellado del que ya hablé exploremos la otra faceta que nos propone Helvetius

Y siendo que el abordaje es a un sulfuro de un mineral, todas las apuestas van a la estibina. 


La razón es simple. En la historia de la alquimia y la medicina la estibina ha ocupado un lugar preponderante en la farmacopea. Desde los magníficos Polvos de Ruland con los que obró milagros en torno al siglo XVI y que le concedieron el titulo de noble por el Rey, hasta el tártaro emético que se empleó en el tratamiento de la esquistosomiasis y la leishmaniasis, siendo el único tratamiento y que salvó vidas, pasando por el famosísimo Kermes que rescató de las garras de la muerte a un monje y por tal motivo su fórmula secreta fue comprada a precio de oro, históricamente no hay otro mineral tan elogiado y con una fama de curarlo todo. A tal punto, que autores como Kerckring o Basilio Valentin declaran que no hay medicina más poderosa sobre la tierra que  la fabricada con antimonio.

La intensa disertación sobre el antimonio que hace Claude Lamy , presidente de la Sociedad de Química Francesa, viene también a darle otra connotación a la amada y odiada sustancia. Y digo odiada, porque un recuento fúnebre de las personas que fallecieron tras el uso indiscriminado de la estibina, una vez que El Carro Triunfal del Antimonio se publicó, ha sido de miles contra un puñado de casos de curaciones. Esto lo podemos indagar mejor en el libro Observaciones del Antimonio, de John Millar, un informe que fue leído ante la sociedad médica de Londres y publicado a petición de la misma. 

Por otro lado, un mismo trozo de estibina daba resultados tan disimiles, aun con operadores haciendo el mismo proceso, que la única explicación era que la estibina estaba en una porción con contaminaciones arsenicales y/o de plomo, y en otra porción no. Puro azar. Por eso a veces curaba y otras no lo hacía. 

El asunto es que sacar el plomo o arsénico es algo extremadamente complicado en un trozo del mineral de estibina. Y según el grado de contaminación que tuviera era un antídoto o un veneno. Por eso se dejó de utilizar hace siglos, porque causaba más mal que bien. Sin embargo, a través del vidrio de antimonio o de la reacción del mineral con álcalis (Kermes), se podía empezar a separar las impurezas tóxicas.

Pero continuemos con la historia de Helvetius

Sin entrar en la diatriba de si el relato de Helvetius es genuino o solo una metáfora de lo que hay que hacer, lo cierto es que tenía oro extraño que sorprendió a Spinoza, un avezado practicante de la alquimia. Y si nos fijamos cual podría ser el proceso con un solo mineral, el propio Helvetius, como antes mencionaba, lo dice al final de su opúsculo: 
Azufre metálico mezclado con salitre, se puede convertir, por un suave calor, primero en tierra sólida, luego en aire, luego en agua clara y luego en un cristal de hermoso color y una penetración más alta que la del fuego “. 
Si pulverizas estibina y la dejas a calor suave 24 hs se pondrá tipo tierra, como sucede con la asación clásica de Eugenie Canseliet. Esta es la fase de Tierra. Y esto sucedería el primer día.

Al aumentar al otro día el calor se sublima, o sea , se vuelve aire , son las partes más volátiles de la materia. Esta es la fase de Aire. Y esto llevaría todo el segundo día.

Luego el nitro se alcaliniza con la estibina y comienza a transformarse en el solvente esperado a cierto calor y se licua todo, echando humo porque actúa contra el azufre de la estibina, Esta es la fase de Agua. Y sucede al tercer día .

Y por último, en el 4 día, se incrementa más el fuego y solo sobrevivirá la salamandra, la que resiste el fuego, un residuo de estibina y de nitro en unión perfecta. Esta es la fase del Fuego

Pues bien, acá tenemos expresado lo que hay que hacer con la materia según parece confesarnos Helvetius Un aumento progresivo del calor hasta que la parte más fija del nitro y de la estibina se unen. Si se pusiera todo a la vez y se le diera un fuego intenso, echarían a volar de inmediato, ya que no tuvieron su tiempo de permanencia juntas. 
 
Esto serían los 4 días en que se cumple la obra de principio a final. Y la pista de que es posible esto es que queda un "cristal de hermoso color" porque es la cualidad que tiene la estibina con contaminación de sílice.


Vidrio de antimonio


 

EL PROBLEMA DE LA OBRA DE HELVETIUS 

Siendo que la obra fuera como la describí anteriormente, lo cual es sólo teoría, el resultado al calor de la fusión de la estibina y nitro es un polvo blanco que es el antimonio diaforético o si es poco el nitro colocado, puede ser el hígado de antimonio. Esto mismo quedaría: 



 


Sea cualquiera de ambos, cuando se le dé más calor se formará un cristal, el famoso vidrio de antimonio. Pero si se preguntan, una vez más, si sirve a la crisopeya, la respuesta es negativa.

El antimonio, como sea que se lo trate, no transmuta ni podrá ser la materia de la crisopeya. Y no digo la Gran Obra, a sabiendas, porque en mi opinión no es una Gran Obra transmutar un trozo de plomo. Sí lo es, que la piedra o Elixir nos conceda una visión extraordinaria y una claridad mental, cambios psicológicos profundos que nos hagan comprender mejor la filosofía de la existencia, y la salud es la pieza clave en todo este asunto.

Al menos, es lo que yo persigo.  





Ahora bien, practicar una operatoria que conduzca a la Piedra en 4 días (o 4 horas para algunos) no es poca cosa si lo comparamos con  las larguísimas y exóticas operaciones con destiladores, alambiques, retortas, y todo lo nuevo que nos dio la química moderna que veo tan seguido que utilizan maravillosamente los alquimistas actuales, como el químico Robert Bartlett

Procesos que son exquisitos, de una notable belleza, pero que, en el fondo, en mi opinión personal, no son lo que hizo el antiguo para alcanzar la Piedra Filosofal. Por tal motivo, en algunos textos del corpus alquímico encontramos que, si resucitaran los antiguos maestros, quedarían pasmados al ver el florido repertorio de equipos químicos, con esos matraces enormes y Erlenmeyers, los trenes de destilación y los Soxhlet hermosísimos. Toda esa vidriería maravillosa que nuestros antepasados no disponían, y se valían de un simple recipiente para obrar el milagro. 

 


Es por eso que Basilio Valentín – alguien del que volveremos a hablar – es muy explícito sobre el asunto del Fuego. Nos dice al final de sus 12 llaves, tras embrollarnos con la operatoria con el oro y los ácidos, lo siguiente ( y que contradice toda la operatoria anterior): 

“El Fuego de la Lámpara con el espíritu de vino es inútil. Estos medios se revelan como de un gasto increíble. El estiércol de caballos es la ruina y la materia no puede ser liberada sino por los grados perfectos del fuego…” 
Luego añade: 
“Ten en cuenta que nuestro horno es común, que nuestro fuego es común, que nuestra materia es sin valor y que el vaso se hace parecido a la circunferencia de la Tierra” 
Sobre que la materia es sin valor lo vemos también mencionado por este filósofo en párrafos precedentes: 
“Pues nuestro fuego es del fuego común, y nuestro horno el horno común. Y aunque los que fueron antes que yo hayan legado el escrito de que nuestro fuego no es común, sin embargo, te digo en verdad, que ellos escondieron todos los secretos, a fin de obedecer a su disciplina. Como la materia es vil, la Obra es breve y únicamente es ayudada y descubierta por el régimen de fuego”. 

 
Dos cosas importantes de lo anterior que rescato: la materia es vil y la obra breve. 

Siendo que nos aconseja ir al reino metálico Basilio Valentín, con la palabra vil deberíamos despojarnos de nuestras cabezas las ideas sobre las materias animales y vegetales que, por lo demás, no resistirían los embates de Vulcano (los fuegos débiles hemos visto que los rechaza Valentín).

Pues bien, la historia de Helvetius es, en mi opinión modesta, una metáfora de la operatoria que el propio Helvetius debió conocer y practicar y que quiso representar con la ficción del alquimista misterioso que lo visita en su casa. Estas ideas tienen eco en la escuela de Alexander Von Suchten y no creo que provenga de otro lado que de este autor y de Basilio Valentín, ambos autores que elogiaron al antimonio. 

Lo que le dio valor al relato de Helvetius no fue otro que el filósofo Baruch Spinoza. 



Siempre se lo asoció al racionalismo más radical. A los pensamientos profundos de todo filósofo obsesionado con lo abstracto de la mente. Sin embargo, como decía precedentemente, fue un científico y de las cartas que mantuvo con Robert Boyle se desprende que estaba empapado en las operaciones de la química. 

Spinoza dominaba el método científico en auge y se apoyaba en la experimentación para comprobar ciertas aseveraciones. Cuando la noche del 17 de enero de 1667 Johannes Friedrich Schweitzer convirtió una pequeña cantidad de plomo en oro en un crisol, años más tarde lo afirmaría en sus papeles escritos en latín (Vitulus Aureus quem Mundus Adurat et Orat (Ámsterdam, 1667).), firmándolos como Helvetius, y diciendo que aquello sucedió en La Haya. 

La noticia llegó a oídos de Spinoza. 

Esto lo sabemos por una carta que Spinoza envió a su amigo Jellesz fechada el 27 de marzo de 1667. Pero antes necesitamos algo de contexto. 

Heinrich Oldenburg era un alemán de Bremen con una amplia formación en teología, latín y ciencias que decidió establecerse en Inglaterra, donde contaba con una amplia red de contactos y amigos. Había dejado en el continente también numerosos conocidos relevantes. A principios de la década de 1660 se unió a un grupo de individuos que solían reunirse en el Gresham College para realizar “investigaciones experimentales sobre los secretos de la Naturaleza”. 

Oldenburg se convirtió en un miembro activo de este club y, cuando se formó la Royal Society en 1662, fue nombrado secretario. Entre sus funciones estarían la de mantener la correspondencia entre la Sociedad y sus homólogas en el continente y recopilar información y datos sobre los investigadores en el extranjero y sus resultados. 

Poco antes de asumir el cargo, Oldenburg había conocido a Spinoza en Amsterdam. Desde ese momento mantuvo correspondencia con el filósofo de forma regular. De este intercambio se conocen varias cartas, pero sólo tres nos interesan ahora. 
 
En ellas Spinoza muestra un conocimiento y una competencia sobresalientes en química. Estas cartas son un intercambio de opiniones entre Robert Boyle (miembro de la Royal Society) y Spinoza, con la mediación de Oldenburg, respecto de unos textos de Boyle que el propio secretario había enviado a Spinoza en el otoño de 1661: una copia en latín (Spinoza no leía inglés) de “algunos ensayos fisiológicos”, entre ellos el Ensayo sobre el nitro

Según Oldenburg, Boyle había escrito estos ensayos para “mostrar la utilidad de la química para confirmar los principios mecánicos de la filosofía”. Éste era, precisamente, el punto principal de la discusión. 

Robert Boyle es considerado uno de los padres de la química moderna. En El químico escéptico distingue entre elemento y compuesto cuando todavía era común hacer referencia a los cuatro elementos aristotélicos tradicionales y a los tres principios alquímicos (azufre, sal y mercurio). 



En el Ensayo sobre el nitro su objetivo era demostrar experimentalmente que las características distintivas del nitro y sus constituyentes (sabor, olor, etc.) y, en general, las de cualquier sustancia, podían explicarse por las diferencias de forma, tamaño, relación y movimiento de sus partículas. Spinoza coincide con esta explicación corpuscular. Sin embargo, dice que el hecho de que la Naturaleza funcione únicamente según la filosofía mecánica es algo que no se puede demostrar experimentalmente sino únicamente mediante el intelecto, como habían demostrado Descartes y Bacon

En sus cartas a Oldenburg, dirigidas en realidad a Boyle, Spinoza no sólo analiza aspectos filosóficos (en el sentido actual) sino también en profundidad detalles puramente procedimentales de los experimentos realizados por Boyle, mostrando su familiaridad con las teorías químicas, su conocimiento de los ingredientes y herramientas y, lo más importante, su competencia en química experimental y en el uso del método científico para formular hipótesis y comprobarlas experimentalmente. En una palabra, Spinoza era un químico competente. 

Spinoza sólo había recibido instrucción formal en hebreo, Torá y Talmud en una de las sinagogas portuguesas del gueto judío de Ámsterdam. Pero quería más y, antes de su excomunión de la comunidad, en 1654 o 1655, había ingresado en la escuela de latín de Frans van den Enden

Van den Enden era un polímata. Sus alumnos no sólo recibían instrucción en latín sino también en artes y ciencias. En aquella época trabajaban en Ámsterdam alquimistas/químicos muy importantes, entre ellos Paul Felgenhauer y Johannes Glauber. Van den Enden solía asistir a las discusiones sobre experimentos químicos que se celebraban en el laboratorio de Glauber, donde a finales de la década de 1650 se estaba trabajando mucho sobre el nitro y esto es relevante para comprender la "sal celestial" de Helvetius.

Glauber es el “químico de las soluciones salinas”; su nombre está vinculado al estudio de éstas y, todavía hoy, el sulfato de sodio se llama sal de Glauber. Si Spinoza sabía tanto sobre el nitro, ¿por qué no suponer que acompañaba a su maestro a las conferencias de Glauber? Spinoza tenía, pues, la formación suficiente, tanto en cuestiones teóricas como prácticas, para valorar con soltura lo ocurrido en La Haya en enero de 1667. 

Johannes Friedrich Schweitzer (Helvetius) era el médico del príncipe de Orange. Según el relato de Helvetius (la forma latina de Schweitzer, suizo), el 27 de diciembre recibió la visita de un extranjero que no quiso revelar su nombre pero que dijo que le presentaba la prueba material de la existencia de la piedra filosofal. Por qué eligió al médico para tal revelación es algo que Helvetius no nos dice. 

Tras una larga conversación en la que el alquimista explica los principios de su ciencia, muestra un polvo amarillo metálico y promete volver en tres semanas. El día previsto, el alquimista vuelve y le entrega un poco de la piedra filosofal a Helvetius con instrucciones sobre cómo proceder en el experimento. 

La noche siguiente, el médico hizo el experimento: fundió cincuenta gramos de plomo en un crisol, luego añadió, cubierto con cera, la piedra filosofal y dejó la mezcla al fuego durante un cuarto de hora. Después de este tiempo, el metal tenía un característico color amarillo verdoso. Después de verterlo y enfriarlo, el metal tenía exactamente el mismo aspecto del oro. 


El platero que lo probó a la mañana siguiente certificó que era oro. En sus Principia Philosophiae (tercera parte; el único lugar donde habla de química) Descartes decía que “la materia, con la ayuda de estas leyes [de la Naturaleza], toma sucesivamente todas las formas que es capaz de tomar”. 

Spinoza, muy influido por Descartes, afrontó lo ocurrido en La Haya con una mente abierta. La noticia era tan importante que se dispuso a comprobar los hechos él mismo. Spinoza nos cuenta lo que hizo en la carta que envió a su amigo Jellesz. Primero contactó con un colega de Huygens, y amigo suyo, investigador en los campos de la óptica y la naturaleza de la luz: Isaac Vossius

Vossius simplemente se rió de él. Sin inmutarse, visitó a Brechtelt, el platero que había probado el oro. Le dijo que el oro había aumentado su peso al mezclarlo con plata. Luego visitó al propio Helvetius que le mostró el crisol y le comentó su intención de escribir un relato del experimento. 
 
No sabemos a qué conclusiones llegó Spinoza tras sus investigaciones, aunque una cosa es segura: mantuvo su interés por la alquimia/química hasta el final de su vida. 

Me resulta extremadamente curioso que en su pequeña biblioteca tuviera un ejemplar del Commentarius in Currum Triumphalem Antimonii Basilii Valentini de Kerckring que había sido publicado en Amsterdam cuatro años después, en 1671.  Más si consideramos lo que mencionaba al principio de Basilio Valentin y el fuego y la materia vil. 


Años después Spinoza sigue activo en el arte químico. Schuller, amigo y médico, escribe a Spinoza diciéndole que ha sido capaz de obtener oro a partir del antimonio. Spinoza responde, en términos puramente técnicos, que no habría podido ser posible, pero no niega la posibilidad de que se pudiera hacer y culpa al procedimiento del fracaso. 

Schuller contesta pidiendo a Spinoza que proceda él mismo con el experimento, ya que le ha enviado el Processus . Spinoza, ya enfermo (moriría en meses), y viviendo en un ambiente social nada favorable, responde que no cree que disponga de tiempo. Y efectivamente no disponía de tiempo. La muerte sobrevolaba su cama desde hacía meses. 

Ahora bien, volviendo a la materia vil, siempre se sospechó que debía ser algo despreciable al punto que los alquimistas miraban con atención los excrementos, la orina, los desechos de todo tipo y las fermentaciones. Sin embargo, algo que queda claro del Corpus alquímico es que nuestra materia de base es metálica. 

Y Basilio Valentín nos dice que es vil probablemente porque no tiene un gran valor o porque se la desprecia por sus usos y generalmente se la asocia con un veneno. Esto nos lleva a los ineludibles reinos de saturno y a entender por qué, después de las conversaciones que hubiera mantenido Spinoza con Helvetius, conservó en su biblioteca personal un ejemplar del Carro Triunfal del Antimonio

En dicho libro encontramos, entre muchas recetas sobre la preparación del antimonio, su vidrio, el hígado, el Kermes y algunas tinturas o antimonios diaforéticos, un proceso que nos recuerda la ficción de Helvetius cuando promulga que la obra se lleva a cabo en unos días en un crisol 



Basilio Valentín nos dice que el Régulo Marcial Estrellado si se une con una sal (sin duda la sal nitro que estaba en auge por entonces) y se la deja hasta que el antimonio se volatilice en fusión, nos deja en poder de una sustancia con maravillosas posibilidades. 

Régulo Marcial fabricado por el autor de este escrito

Basilio Valentin: "Este Régulo o Estrella, puede ser llevado muy a menudo a través del fuego con una serpiente de piedra (esto es sal nitro) hasta que finalmente se consume a si mismo y se une por completo a la serpiente. El alquimista tiene entonces una sustancia caliente e inflamable en la que están latentes maravillosas posibilidades"

Pero lo interesante de Basilio Valentín es su antimonio diaforético, que tiene contacto con el proceso de Helvetius: es antimonio mineral (estibina) y salitre (nitrato de potasio). Se lo repite en tres instancias y una cuarta de depuración para tener una sustancia capaz de curarnos de muchas cosas.

Esto nos da unos polvos rojizos que ya examinaremos en su ocasión. Pero a decir de Nicolas Lemery, no es tan diaforético como lo pintan, al menos en su experiencia (no obstante su proceso dista del de B. Valentín).

Y sobre el nitro modificado que absorbe los "rayos del sol metálico", parafraseando al "fundidor de latón" de Helvetius.

La Piedra resultante de la fusión tras separarle la Rémora adherida. 

La materia obtenida por el nitro presenta algunas dificultades para congraciarse con las crónicas antiguas de supuestas transmutaciones: el aire la arruina al poco tiempo, el brillo desaparece, queda ópaca, incluso presenta higroscopia. Y esto es lógico: el nitro en fusión se alcaliniza y se vuelve una suerte de carbonato de potasio deliscuescente. Pero, por sobre todas las cosas, no transmuta. Es un potente álcali.

Y si el antimonio diaforético ofrece algo además que sudores y evacuaciones, prefiero experimentar con el famoso Espiritu de Minderero que podría ser más eficaz y seguro, y hay abundante bibliografía, pueden chequear aqui.

Pero la idea de fabricar el diaforético de Basilio Valentín me sedujo, así como a muchos otros alquimistas, sobre todo por la afirmación que hacía sobre su alcance medicinal:

"Renueva el cabello y todo el cuerpo, vigoriza la sangre y hace más bien de lo que puedo describir"

Es lógico entonces que Helvetius , leyendo esta afirmación, creyera que el contacto de la sal celestial, el nitro, al disolver el cuerpo metálico terroso "despertara el glorioso elixir de los sabios".

Si piensan llevarlo a cabo una sugerencia que hago (así lo hice yo): es sacarle antes el fuego, el azufre, de manera filosófica (con su fuego secreto) y luego proceder a la detonación con nitro. La sustancia al final es un polvo  blanco amarillento, que no me atrevía a probar conmigo mismo ni con nadie. Esta misma:


Materia final lavada muchas veces para remover el nitro. Antimonio Diaforético


Estoy convencido de que la Medicina viene exclusivamente del aire y de ningún otro lado que haya tomado especificación. La fantasía de Helvetius proviene de sus lecturas, y su entusiasmo por la estibina. El oro que lleva a examinar es el resultado de algún proceso metalúrgico desconocido, quizá alguna purificación excesiva al oro, o algún proceso como el inferido por Suchten con antimonio. Por eso se lo ve diferente al oro vulgar. 





Fuentes valoradas:
 
Carro Triunfal del Antimonio de Basilio Valentin