Divo Sole por Mejnour



Hablar del origen de la Alquimia nos llevarĂ­a tiempo. DeberĂ­amos empezar por categorizar las diferentes vĂ­as en que el artista intenta la “elevaciĂłn de las vibraciones” —en palabras de Frater Albertus,— de la Materia Primera. Sin duda, en la enumeraciĂłn no podrĂ­an faltar la vĂ­a animal, vegetal y mineral, ordenadas por dificultad creciente: el trabajo con minerales siempre es el más complicado y eso es porque su medicina está más custodiada y es más difĂ­cil de extraer. ¿Pero estarán explicitadas todas las vĂ­as posibles? 
 
En la brillante y erudita obra Divo Sole: La teurgia solare dell’alchimia, sus autores: Alessandro Boella y Antonella Galli, repasan la rica bibliografĂ­a alquĂ­mica y descubren una vĂ­a más oculta, arcana y secreta que embona perfectamente con aquellas concisas palabras de Fulcanelli en Las Moradas Filosofales

“Los antiguos designaban a menudo la alquimia con el nombre de agricultura celeste, porque ofrece, en sus leyes, en sus circunstancias y en sus condiciones la más estrecha relaciĂłn con la agricultura terrestre.” 

 


AsĂ­ entonces nos saltearemos graciosamente los capĂ­tulos iniciales del Divo Sole, cuya temática redunda en convencer al lector que la Teurgia Solar está emparentada a la vĂ­a arcana solar del Hermetismo (1), con la que arriesgĂł su carrera el tonsurado renacentista Marsilio Ficino —merced a la indulgencia y poder de su protector: Cosme de MĂ©dici,— sabiendo que acadĂ©micamente se da por sentado que el Corpus Hermeticum fue un fraguado de monjes cristianos(2): 
 
Los estudiosos modernos, al examinar los textos hermĂ©ticos como un documento del gnosticismo helenĂ­stico, sĂłlo han encontrado en ellos unas pocas, o nulas, trazas de influencia cristiana. Para los entusiastas religiosos del siglo XVI, el sacerdote egipcio parecĂ­a escribir casi como un cristiano, como si hubiera tenido una visiĂłn anticipada del cristianismo desde su remota posiciĂłn cronolĂłgica. Es un hecho muy significativo que, cuando Isaac Casaubon puntualizĂł, en 1614, por primera vez desde hacĂ­a doce siglos (los que habĂ­an transcurrido entre Lactantius y Casaubon) que, aunque era perfectamente posible que hubiera existido un hombre llamado Hermes Trismegisto en tiempos muy remotos, los textos hermĂ©ticos no podĂ­an haber sido escritos por Ă©l, avanzara la suposiciĂłn de que todas las obras atribuidas a Trismegisto, o al menos una buena parte de ellas, habĂ­an sido falsificadas por los cristianos. 

Enfocándonos en la mĂ©dula de la obra, vemos que se acerca más a una experimentaciĂłn metafĂ­sica aunada a procesos biolĂłgicos con cultivos bacterianos anaerĂłbicos: 

“Sin embargo, estas alusiones e indicaciones relativas a la vĂ­a más antigua y secreta son incompletas. En realidad, al pulvis solaris, a recoger con el espejo ardiente, que los alquimistas llaman sal naturae, tĂ©rmino muy significativo, hay que añadir el aqua philosophica, que se obtiene de un modo similar, no menos singular, y que al dejarla evaporar abandona en el fondo una sal roja. La preparaciĂłn del Gran Elixir presupone precisamente la uniĂłn de estos dos ingredientes secretos.” 
 
¿Estaremos proveyendo de un sustrato alimenticio a la flos coeli (Flor del Cielo, lat.), los microorganismos que se desarrollan en los cielos y descienden durante los primeros dĂ­as primaverales en el dulce rocĂ­o? El aqua philosophica surge de los trabajos lunares, mientras que, lĂłgicamente, el pulvis solaris proviene de la Deidad Solar. AsĂ­ que cierto es aquel viejo dicho, musitado en la cursiva gĂłtica en la que descansa la clave del arcano: “Azoth et ignis tibi sufficiunt.” 

Dejamos al lector completar las dos piezas restantes del rompecabezas, pues si bien “Su padre es el Sol y su madre la Luna,” queda por resolver “El Viento lo lleva en su vientre. Su nodriza es la Tierra.” Pero no querrĂ­amos ser caratulados como filĂłsofos mezquinos, asĂ­ que brindamos este extracto provisto desde una extraña fuente(3): 

Dolores: Dijiste que tambiĂ©n les enseñaron cĂłmo usar el poder de la Luna y las estrellas. ¿CĂłmo fue eso posible? 
Linda: La Luna tambiĂ©n tiene mucha energĂ­a. Los seres humanos nunca han entendido esto. Es una forma de energĂ­a muy pasiva, totalmente diferente al Sol, que es muy activo y fuerte. Sin embargo, la energĂ­a pasiva de la Luna es tan fuerte como la del sol. 
P: Pensamos que es frĂ­a. 
L: SĂ­. Es un tipo completamente diferente. Y es por eso que los humanos piensan que es frĂ­a, pero no lo es. 
P: ¿QuĂ© tipo de dispositivo usaron para capturar la energĂ­a de la Luna? 
L: Era metalizada y brillante como un pedazo de vidrio. 
P: ¿PodrĂ­as ver a travĂ©s de Ă©l como si fuera un cristal? 
L: No. Era plateado y brillante, y estaba asentado sobre un pedestal en forma de arco. Era cĂłncavo en el centro y giraba en muchas direcciones. Era mucho más grande que el instrumento usado para el Sol, debido a la naturaleza de la energĂ­a. TenĂ­a cincuenta pies [~15 metros] de diámetro y veinte pies [~60 centĂ­metros] de altura. Era muy, muy grande. 
D: Probablemente por eso tenĂ­a que tener un pedestal: para girarlo. 
L: SĂ­. Se necesitaron muchos hombres para moverlo. 
P: ¿Para quĂ© se utilizĂł la energĂ­a de la Luna? 
L: La energĂ­a de la Luna puede usarse para alterar los efectos del tiempo en el organismo humano. PodrĂ­a ser utilizado para curar el cuerpo humano. PodrĂ­a servir para muchas cosas. 
P: ¿CĂłmo alterarĂ­a el efecto del tiempo en el cuerpo humano? 
L: A medida que una persona envejece, hay una falla en la comunicaciĂłn celular en todo el sistema. Y debido a esta desarmonĂ­a, hace que los Ăłrganos del cuerpo envejezcan y no funcionen de manera eficiente, lo que priva de funciones vitales al cuerpo. Este dispositivo rejuvenece la estructura celular, permitiĂ©ndole funcionar normalmente, como en una edad más joven. Solo a aquellos que fueron elegidos se les permitiĂł este conocimiento, y esto se les dio para que pudieran permanecer en la Tierra por perĂ­odos de tiempo más largos para dirigir a los terrĂ­colas. [...] 
P: Entonces, ¿la energĂ­a del Sol y la Luna se almacenaron en este tipo de lugares? 
L: SĂ­. En cámaras separadas [del Templo], porque la energĂ­a del Sol serĂ­a destructiva para la de la Luna. D: TambiĂ©n dijiste que usaban la energĂ­a de las estrellas. ¿CĂłmo se hizo eso? 
L: Capturaron fragmentos de luz de ciertas configuraciones estelares. 

Pierre Dujols, uno de los escritores templarios cobijados tras el pseudónimo plural, se atrevió aún más en su opúsculo Hipotiposis

“Ciertos autores, y no de los menores, han pretendido que el mayor artificio operatorio consiste en capturar un rayo de sol y en aprisionarlo en un frasco cerrado con el sello de Hermes.” 
 

No quisiĂ©ramos desviar la atenciĂłn del lector, pero consideramos de una importancia clave la conexiĂłn, si bien sutil y a priori incongruente y hasta quizá hecha a ciegas, que hacen los autores sobre la Alquimia y el Odyle: 

“Esto se debe a las diferentes polarizaciones en que se encuentra ubicado el cuerpo astral del hombre por una vibraciĂłn análoga al Ă©ter y llamada Ă“dica, ligada a los diferentes colores.” 

Y más tarde agrega la siguiente nota a pie de página: 

“[El Odyle] es la energĂ­a omnipresente que anima todas las cosas, ‘descubierta’ por el barĂłn Karl von Reichenbach (1788-1869). Eugène Canseliet habla de la «radiaciĂłn astral que aparentemente obedece a las mismas leyes de propagaciĂłn que regulan las vibraciones magnĂ©ticas y sonoras... Sea lo que sea, esta corriente verdaderamente mágica sigue siendo para nosotros la misma corriente que hace descender la estrella que guiĂł a los Reyes Magos hasta la cueva del Niño-Rey (4).»” 

Al final y al cabo, la Alquimia ha sido definida como “metafĂ­sica experimental.” Sin embargo, la parte más rica del libro se desarrolla en los capĂ­tulos finales, cuando la pareja polar suelta su municiĂłn más enriquecida de opĂşsculos rosacruces: textos que lamentablemente son custodiados por coleccionistas privados y que los autores han hecho un dadivoso trabajo en transcribir y recopilar. 

Empecemos desmitificando la latomĂłrica piedra cĂşbica (5): 

Un año despuĂ©s vi aparecer un pequeño cristal transparente en el remanente, que luego se agrandĂł, se volviĂł blanco y finalmente adquiriĂł la forma de un cubo perfecto. Más tarde se formaron otros. El lĂ­quido aceitoso se habĂ­a vuelto más marrĂłn y las sales se habĂ­an separado de Ă©l. El lĂ­quido era acre, alcalino y ardiente (inflamaba la boca, y esto despuĂ©s de la cristalizaciĂłn). [...] 

El punto fundamental de atracciĂłn es el fuego interno y natural de las cosas. Esto lo sostienen las cortezas terrestres. Ha guardado una gran afinidad con la luz de la que es vehĂ­culo en la tierra que habitamos. Aparece a nuestros ojos libre de estas ataduras sĂłlo a travĂ©s del resplandor de la luz y del aire que sirve de alimento al fuego. Ese pequeño pedazo de polvo, por lo tanto, contenĂ­a dentro de sĂ­ este punto ardiente, el imán que habĂ­a atraĂ­do hacia sĂ­ al EspĂ­ritu Universal, la luz o el fuego etĂ©reo; como el agua celestial que no moja las manos, no es fácilmente perceptible, al ser tan sutil y diluida. Pero ese imán uniĂł esos tres principios, los hizo manifiestos […] 

La divisiĂłn de estos principios muestra que aquel lĂ­quido, que parece homogĂ©neo, contenĂ­a tres principios evidentes: 
• un agua sutil; 
• una sal brillante; 
• un azufre Ă­gneo rojo. 

Estos tres son los bloques constitutivos de todos los seres. El lĂ­quido marrĂłn rojizo restante solo puede ser agua y fuego, materia y forma, mercurio y azufre. Hay un principio intermedio entre estos dos, y es la sal, que se adapta a los otros dos. Es su vĂ­nculo cuando están unidos, pero tambiĂ©n es la causa (cristalizaciĂłn) de su separaciĂłn (el azufre tiene partes blancas, rojas y negras que se manifiestan en las diferentes fases). 

¿Hemos retornado a una QuĂ­mica Precámbica? ¿Acaso la doctrina de los tres principios: mercurio, sal y azufre no dio por tierra a fines del siglo XVII? Quienes deseen profundizar en este delicado proceso por el que se transformĂł la vilipendiada Alquimia hacia la respetable QuĂ­mica, encontrarán en el doctor Lawrence Principe un racconto sorprendente de cĂłmo se dieron los hechos(6): desde la sospechosa y reveladora autopsia de Wilhelm Homberg, cabeza rectora de la AcadĂ©mie Royale des Sciences, las muertes prematuras de los delfines franceses involucrados en las artes crisopeicas, la tortura y el aparente suicidio del adepto Delisle, el actuar totalitario de la “Stasi” francesa con sede en la Bastilla contra todos los alquimistas, incluso aquellos contratados por Homberg y la Corona, con un detrás de escena donde una burbuja financiera y bancaria hacia estallar la economĂ­a popular. 

En aquel remolino institucional, las academias inglesa y francesa “decretaban” la inexistencia de la Crisopeia y se gestaban las revoluciones “democráticas” y “parlamentarias” en ambos paĂ­ses...qui habet aures audiendi audiat.

Friedrich Herbort (1764-1833), hermetista y discĂ­pulo de Eckartshausen, declara en el tratado Compendium Hermeticum

“El agua de la sal de la materia prima es el imán que atrae abundantemente los rayos del sol; gracias a su acciĂłn pueden coagular tan fuertemente, que se forma como un carbĂłn incandescente. Si esta primera agua salada se mantiene encerrada en una esfera de vidrio y en ella se concentran los rayos del sol, se vuelve roja gradualmente y se puede obtener el polvo solar rojo o azufre Aphar(7), la tierra seca. [...] La tierra pura necesaria para nuestra Obra debe ser realmente tan clara como el cristal; no tiene nada en comĂşn con nada excepto el puro Ă©ter de vida; ella lo atrae hacia ella y su acciĂłn la impregna. Los Antiguos llamaban a esta tierra magnĂ©tica y cristalina nitrum y uitrum. Para Pitágoras, esa era la fijaciĂłn de los rayos del Sol. Los HermĂ©ticos llaman a esta fijaciĂłn de los rayos del Sol como el Sello de Hermes, porque la luz en extensiĂłn se concentraba en la Obra y la sellaba, por asĂ­ decir.” 

Los autores luego sintetizan: 

“Los rayos que descienden del Sol llevan consigo el azufre solar, el Fuego Divino. Al contacto con los rayos lunares estos rayos cristalizan. Los rayos del Sol son asĂ­ tocados por las emanaciones que se elevan desde la superficie de la tierra y luego se cristalizan en una sustancia todavĂ­a parcialmente tangible, soluble en agua pura. La cristalizaciĂłn de los rayos solares y lunares en agua (rocĂ­o) produce la tierra virgen: una sustancia pura, invisible, no contaminada por sustancias materiales. Cuando los cristales de tierra virgen están hĂşmedos, aparecen verdes; cuando están secos, blancos.” 

Y una nota a pie de página enfatiza: 

“Lo que da el nombre de Medicina Universal a este digno azufre es la gran penetraciĂłn gracias a la cual ingresa y accede al corazĂłn de la enfermedad antes de sufrir alteraciones en la digestiĂłn, lo que hace que lleve intactas sus virtudes al origen del padecimiente, y como este azufre es tomado del mismo fuego que se encuentra en los rayos del sol, multiplica la vida aumentando su espĂ­ritu vital y la hace dueña de su propia acciĂłn.” (8)
 
Gracias al elixir, los FilĂłsofos pueden fabricar varios espejos, por decirlo asĂ­, milagrosos, en los que pueden ver lo que escriben y deciden los hombres en lugares remotos; a travĂ©s del elixir se pueden ver aparecer objetos terrestres, u objetos transparentes y aireados como los espĂ­ritus elementales, invisibles al hombre comĂşn; tambiĂ©n es posible la comunicaciĂłn remota y la visualizaciĂłn remota entre personas. Concluimos entonces con lo que enseña el Cosmopolita cuando, hablando del Azufre, nos dice(9): 
 
En su reino, hay un espejo en el cual se ve todo el mundo. Quienquiera que mire en este espejo puede ver y aprender las tres partes de la Sapiencia de todo el mundo, y, de esta manera, será sapientísimo en estos tres reinos, como lo fueron Aristóteles, Avicena y otros varios, los cuales, al igual que sus predecesores, vieron en este espejo cómo fue creado el mundo.




Mejnour


Fuentes:

(1)   El sacerdote catĂłlico Marsilio Ficino fue traductor al latĂ­n del Corpus Hermeticum, de los cĂłdices originales recuperados de un monasterio bizantino. Además de bibliĂłfilo y filĂłlogo fue autor de varias obras que más tarde influyeron en Pico de la Mirándola y Giordano Bruno, estableciendo los andamios esotĂ©ricos sobre los que el Renacimiento floreciĂł.

(2) Yates, Frances: Giordano Bruno y la Tradición Hermética, Editorial Ariel, S.A., cap. X: El hermetismo religioso en el siglo XVI

(3)Cannon, Dolores: The Convoluted Universe, Book One, Ozark Mountain Publishers, USA, 2001, ch. The Energy Devices, pp. 53-54.

(4):Eugène Causeliet, “Alchimie et magie,” en La Tour Saint-Jacques, julio-diciembre de 1957, ns. 11-12.

(5)Pierre De Saulx [DeSault]: Nouvelle DĂ©couvertes, Veuve de Florentin Delaulne, 1727,  pp. 12-44

(6) Principe, Lawrence M.: The Transmutations of Chymistry, The University of Chicago Press, 2020.

(7) El Aphar min Adamah es el “polvo de la tierra,” la base o materia de la formaciĂłn de Adán. Estas lĂ­neas del texto de Herbort contienen una clave explicativa del famoso pasaje de El Conde de Gabalis sobre el uso de los espejos en la alquimia.

(8) T. F. Geron: Clavicule de la Philosophie HermĂ©tique: OĂą les mystères les plus cachĂ©s des Anciens et Modernes sont mis au jour en faveur des Enfants de l'Art et Ă  la gloire de Dieu, 1753; Bailly, Paris, 1986.

(9)Le Cosmopolite: Nouvelle Lumiére Chymique: Traité du Soufre, Paris, D'Houry, 1649, p. 78

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