Fragmento de una carta filosófica considerablemente apreciada entre los Hijos del Arte

 


Se atribuye esta carta a un discípulo del Cosmopolita, la pueden encontrar reproducida en El Hilo de Penelope, volumen II. Nos recuerda, con justicia, lo que es el verdadero rocío, y que nos conduce inexorablemente a nuestro querido Parergon, aquella exótica agua de la que tanto hablamos desde un inicio en esta casa.

[…) Tras unas conversaciones que tuvimos, mi amigo y yo, referentes a las opiniones de ciertos filósofos, me hizo observar en primer lugar el error y la ignorancia de quienes recogen el rocío que cae por la noche sobre el pueblo, para hacer con él la verdadera materia de su piedra.

Luego me hizo ver por  la práctica, la industria filosófica de los sabios para coger físicamente el verdadero rocío del cielo que, ciertamente, es la verdadera y única materia de la obra de los filósofos.

Y por esta extracción mágica y oculta que hizo en mi presencia, conocí claramente que aquello que me había dicho en las conversaciones era verdad; que el filósofo que desee hacer la obra debe necesariamente extraer él mismo de la influencia de los astros, sin ninguna labor manual, el verdadero rocío celeste de los sabios; y además, debe extraerlo únicamente del más profundo centro del vientre de Aries, y ello por el instrumento mágico de los sabios.

A continuación me hizo conocer cuál es el vientre mágico de Aries de los filósofos cabalistas, que es ciertamente el verdadera imán y el acero del Cosmopolita.

Sin embargo, de todas estas cosas que acabo de decirte, cuya práctica manual este docto filosofo me ha enseñado, yo ya tenía verdaderamente un conocimiento total y muy perfecto.

No obstante, te confieso sinceramente que no conocía en absoluto el Aries y todavía menos el vientre de Aries que los químicos vulgares pretenden conocer, el cual no les da sino un agua flegmática, en lugar del Aries de los verdaderos filósofos cabalistas, que les atrae un agua ígnea o fuego acuoso.

Luego me enseñó por práctica manual cómo este verdadero rocío que impregna, fomenta, nutre y vivifica toda la naturaleza elemental, se concentra y se congela por lo caliente en el vientre de Aries y se convierte, en un momento, o por lo menos en muy poco tiempo, en la verdadera tierra de los sabios  y la única materia de la obra de los filósofos. Éste ciertamente es uno de los mayores y más ocultos secretos de su divina cábala que nunca han querido descubrir claramente en sus libros, contentándose, según ellos, con decirlo solamente al oído de sus hijos o discípulos secretos de la naturaleza.

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