El azufre de la Piedra Filosofal



Este artĂ­culo es una especulaciĂłn, lo acepto de buen grado. Pero no deja de resultar interesante ver como la mente se entrecruza sola para llegar a una forma de verdad, buscando los datos que conformen esa idea germinal que ya anida en la cabeza. 
 
Los alquimistas se apresuraban a decir que su Azufre no era el vulgar, que con el que trabajaban era filosĂłfico. Y de esta forma, la mirada se apartĂł del mineral conocido como azufre. Pues bien, tomando como autĂ©nticas las descripciones de la Piedra de aquellas crĂłnicas histĂłricas de transmutaciones, si nos fijamos, recuerdan mucho al Azufre. 
 
La masa era vidriosa, de un amarillo azufre, y un poco poroso por los lados”. (Helvetius

En el papel habĂ­a un polvo pesado y grasiento. TenĂ­a un cierto color amarillo limĂłn” (Alexander Sethon, El Cosmopolita

Ahora bien, el Azufre, en sus descripciones tĂ©cnicas, encontramos que es “amarillo limĂłn”, “Cristaliza en rombos” “Dureza 2 Mohs” “Funde a 115 °C” Es decir, concuerda el color, que es cristal, pulverizable fácilmente y funde con poco calor. 
 
El Azufre además tiene una particularidad casi mágica: si se lo funde a 200 °C y se lo vierte en agua congelada, el shock tĂ©rmico produce una goma, que recuerda serpientes, y que si se las deja al aire cristalizan en el sistema rĂłmbico, por lo que el azufre, volviĂ©ndose un plástico, con el tiempo vuelve a adquirir sus propiedades iniciales (24 horas segĂşn nuestra experiencia). Es lo más parecido al Ourobouros alquĂ­mico que podemos encontrar: serpientes que vuelven a ser lo que eran antes. 




Por lo demás, el Azufre = Zeio = Zeus, en griego significa maravilloso, sobrenatural. Y ya Homero recomendaba, en el siglo IV a.C evitar la pestilencia mediante la quema de Azufre. Esto nos retrotrae a El Cosmopolita: “El sabio encuentra en las letrinas nuestra piedra”. Tal vez no precisamente las letrinas como materia prima, como muchos alquimistas se aplican repugnantemente (Homberg hizo pruebas con excrementos), sino solo la zona de las mismas, donde precisamente se quemaba azufre para sacar los malos olores.  El sabio encontraba su materia por el olor a azufre, ya que era azufre. 

Durante la Edad Media hubo una asociaciĂłn entre el Azufre y Satanás. El Azufre era evidencia de que el maligno habĂ­a pasado por ahĂ­. Esto, claramente, porque el azufre nativo se obtenĂ­a en cercanĂ­as de volcanes, que muchos pensaban era la entrada al infierno. 



Fulcanelli decĂ­a de la materia prima:  “Dabase a la piedra bruta la imagen del diablo”. 

Hasta aquĂ­ los datos aportados son cuando menos curiosos y significativos. Pero la cosa sigue. El Azufre, segĂşn se desprende de textos tĂ©cnicos, se genera en estrellas masivas en las que predominan temperaturas de fusiĂłn, tal como las supernovas. ¿ Y acaso no es donde el oro se produjo segĂşn las modernas teorĂ­as?
 
En efecto, cuando buscamos sobre el oro, en Wikipedia encontramos: 

“Es un elemento que se creĂł gracias a las condiciones extremas en el nĂşcleo colapsante de las supernovas” 

Por lo demás, yendo a lo tĂ©cnico, la manera en que los alquimistas reincrudaban un metal (es decir, lo volvĂ­an a su estado mineral) tocado por la industria, era añadiĂ©ndole Azufre: de esta forma recuperaban lo que perdieron en la fundiciĂłn. Esto significa que la vida, la regeneraciĂłn del metal, lo aporta nada más ni nada menos que el Azufre, el principio vital de la vida metálica. 

Este es el motivo por el que en la vía seca de Fulcanelli se utiliza antimonio en estado mineral, es decir, estibina, para que con el azufre del mismo, ya que es un sulfuro de antimonio, se pueda volver a la vida el metal básico trabajado.



A la vez, el azufre siempre fue negado por los alquimistas diciendo “nosotros no trabajamos con azufre y mercurio vulgares”. InsistĂ­an una y otra vez, como si hubiera una necesidad apremiante en dirigir a los experimentadores hacĂ­a otras materias que no sean las básicas. 

Fulcanelli le otorga al latĂłn y al bronce, en griego, la misma significancia que la palabra Azufre. Las alusiones al latĂłn y al bronce están desperdigadas en muchĂ­simos tratados alquĂ­micos como indicaciĂłn de la materia prima con la que hay que trabajar. No sĂłlo eso. «En el reino del azufre -insiste el Cosmopolita-, existe un espejo en el que se ve todo el mundo. Quienquiera que mire en ese espejo, puede ver y aprender las tres partes de la sabidurĂ­a de todo el mundo, y de esta manera se convertirá en muy sabio en esos tres reinos tal corno lo fueron AristĂłteles, Avicena y otros muchos que, al igual que el resto de los maestros, vieron en ese espejo cĂłmo fue creado el mundo.» (De Sulphure, Coloniae, 1616, p. 65.) 
 
Ahora bien, el alquimista Stuart Chevalier, nos dice que “El Azufre más o menos puro produce todos los metales perfectos e imperfectos segĂşn el grado de pureza en que se encuentra este Azufre”. 

Y añade: 

 (…)”Cuando el Azufre de naturaleza no se encuentra en el grado de perfecciĂłn necesaria y bien impregnado de EspĂ­ritu Universal, no sabrá producir más que metales bastardos, minerales y piedras en vez de oro y plata”. 

Con esto nos vuelve a decir que el Azufre es vital para la vida metálica, y además, si está “impregnado” de EspĂ­ritu Universal ( o sea, el nitrum aereum, nitrito de amonio, sal nitro universal) podrá producir oro o plata (si se junta con mercurio). 

Esto nos conduce a la comprensiĂłn tal vez de la famosĂ­sima transmutaciĂłn de Sendivogius donde emplea una materia de color “amarillo limĂłn”, grasienta, y que, detalle no menor:  pone mercurio amalgamado con el plomo para luego lanzar su Piedra. 

Lo interesante es que en el tratado La QuĂ­mica aplicada a las artes, que nada tiene que ver con la alquimia, se describe algo muy parecido, pero con estaño: 




Se hace una amalgama de estaño con mercurio y luego se echa el resto de las materias para formar el oro musivo.
 
Llama Muriate de Amoniaco a lo que es cloruro de amonio, una sal de amĂłn, que tiene un punto de fusiĂłn más alto que los otros amonios – bicarbonato, carbonato, nitrato, etc – y por eso lo puede añadir tranquilamente a la amalgama.  Una mezcla de azufre y cloruro de amonio. 

En esa amalgama en que interviene el mercurio se obtiene una suerte de transmutación: en realidad fabrican oro musivo, que por su color recuerda al oro. Pero no es auténtico. Yo lo he hecho en una ocasión más o menos improvisadamente, sin respetar mucho las proporciones y pesos.





Bien hecho, en la antigĂĽedad pudo haber engañado a muchos. Tampoco es autĂ©ntica la transmutaciĂłn que lleva a cabo ZĂłsimos, y de la cual ya expliquĂ© de donde la obtuvo (el papiro de Leiden): de hecho Ă©l llama teñido a lo que se produce, pero con el tiempo “teñido” y “transmutaciĂłn” fueron volviĂ©ndose sinĂłnimos. 

Si nos fijamos en aquel papiro, tambiĂ©n interviene el azufre: 

 “Oxido de calcio, 1,7 gramos. Azufre, anteriormente molido, una cantidad igual. Ponlos juntos en un recipiente. Añade vinagre o la orina de un joven; luego dale calor desde abajo hasta que el lĂ­quido parezca sangre. Filtrar los sedimentos, y utilizarlo puro.” 

Si de recetas con azufre nos interesa para la crisopeya, lo tenemos tambiĂ©n aquĂ­, en la práctica de Caravantes (1): 

“Toma azufre vivo y salitre a partes iguales, muĂ©lelos y mĂ©zclalos bien. Pon esta mixtiĂłn en una vasija de vidrio bien enlodada y mantĂ©nla durante dos horas a fuego lento, y despuĂ©s aumenta el fuego hasta que cese el humo. DespuĂ©s del humo sale la llama por el cuello de la vasija subiendo dos o tres codos y, tras cesar la llama, el azufre casi blanco y fijo permanece en el fondo. Sácalo, y tomando dicho azufre fijo y otra tanta sal armoniaco opera como al principio, moliendo y mezclando las dos partes. A continuaciĂłn ponlo todo a sublimar. A fuego lento al principio, más fuerte despuĂ©s, de manera que vaya aumentado durante cuatro horas. Saca lo que se ha sublimado y tambiĂ©n lo demás, e incorpora lo sublimado con las heces y enseguida reitera la sublimaciĂłn otras seis veces, operando siempre de la manera explicada. Por fin el azufre permanecerá en el fondo del vaso, debes tomarlo y molerlo bien. Ponlo en un lugar hĂşmedo sobre un mármol o vidrio y se convertirá en aceite, del cual echa dos o tres gotas sobre un ducado fundido en un crisol para que se vuelva aceite, y viĂ©rtelo sobre mármol y se congelará. Pon una parte de esta sustancia sobre cincuenta de mercurio purgado y se hará un sol excelente.” 

Pero no solo estos mĂ©todos hablan de alguna suerte de transmutaciĂłn – o teñido más probablemente – con el azufre, tambiĂ©n encontramos en el Aceite de Azufre de George Starkey una fĂłrmula para una medicina interesante.




La historia es la que sigue (la tradujimos para Rhoend) que rescata Starkey de Van Helmont, su mentor: 

“En el año 1600, cierto hombre perteneciente al campo, cuyo oficio era llevar cuenta de la provisiĂłn de vĂ­veres que se hicieron para el ejĂ©rcito, siendo responsable por una numerosa familia de niños pequeños incapaces de moverse por sĂ­ mismos, Ă©l mismo tenĂ­a entonces cincuenta y ocho años de edad, y era muy sensible al cuidado y la carga que recaĂ­a sobre Ă©l para proveer a los niños mientras pudiera. Pensaba que si morĂ­a, sus hijos debĂ­an ser obligados a mendigar su pan de puerta en puerta. Entonces vino a visitarme y quiso que le diera algo para preservarle la vida. Yo entonces, siendo un hombre joven, me compadecĂ­ de su triste condiciĂłn, y por eso pensĂ©: el humo del azufre ardiente es, por experiencia, poderosamente eficaz para preservar los vinos de la corrupciĂłn. Luego, recordando estos pensamientos, concluĂ­ que el licor ácido de aceite, que está hecho de azufre vivo, puede contener en si mismo este humo; sĂ­, y el olor del azufre no es nada más que un humo embebido en su sal mercurial, y asĂ­ se vuelve en un espĂ­ritu condensado. Y entonces pensĂ©: Nuestra sangre (para nosotros) no es otra cosa que, por asĂ­ decirlo, el mismo vino de nuestra vida, que siendo conservado, si no prolonga la vida, al menos la mantendrá sana de tantas enfermedades que proceden originalmente de la corrupciĂłn; por lo que la vida es sana, y libre de enfermedades y defendida de dolores y aflicciones, podrĂ­a de alguna manera aumentar su estimativo de vida. Entonces meditĂ© la soluciĂłn: le di un frasco de vidrio, con una pequeña cantidad de este aceite, destilado de azufre, y le enseñé (además) cĂłmo hacerlo por si mismo por si necesitara más despuĂ©s. Le aconsejĂ© de este licor que deberĂ­a tomar dos gotas antes de cada comida en un pequeño barril de cervea, y no excederse de esa dosis normal, ni interrumpir el uso, dando por sentado que dos gotas de ese aceite, contiene una gran cantidad del humo de azufre. El hombre siguiĂł mi consejo y en este dĂ­a, en el año 1641, es lujurioso y con buena salud, camina por las calles en Bruselas sin quejarse, y es probable tenga más tiempo para vivir; y lo que es más notable: en todo este tiempo de cuarenta y uno años no estuvo enfermo. Aunque sĂ­, en invierno se rompiĂł una pierna, ya tenĂ­an una gran edad avanzada, cerca del hueso del tobillo, por una caĂ­da sobre el hielo, pero con el uso del aceite se fue recuperando sin el menor sĂ­ntoma de una fiebre. Y aunque en la vejez, la pobreza lo habĂ­a reducido a grandes apuros y dificultades, necesitado de muchas cosas para la comodidad y vivir dignamente, sin embargo, su salud se preserva, vive sano y salvo, sobrio y delgado. El viejo se llama John Moss, y la Ăşltima vez que lo vĂ­ tenĂ­a nueve años de edad, sano y lujurioso, y todavĂ­a continĂşa el uso de ese licor a diario.” 

Este aceite de azufre, fabricado por Starkey, es prácticamente un elixir que prolonga la vida si es consumido como se debe, pero tampoco es una Panacea: a Starkey, totalmente convencido de sus virtudes extraordinarias a travĂ©s de la observaciĂłn de las muchas personas que sanĂł, se dirigiĂł donde habĂ­a tĂşmulos de cadáveres por la Gran Peste, y fallecerĂ­a por la plaga en 1665. 

Aquella epidemia asolĂł Londres entre los años 1665 a 1666, y fue la Ăşltima epidemia de peste bubĂłnica donde fallecieron 100 mil personas. Esta peste, causada por una bacteria (Yersinia pestis) que portaba las pulgas de las ratas, diezmĂł el mundo, y no hubo alquimista que pudiera hacer nada al respecto. De hecho, Starkey, un ser brillante como pocos, con su sal voladora, su Alkahest y su Piedra Filosofal a medio terminar con mercurio, no pudo salvarse a si mismo. 

De un cronista de la Ă©poca encontramos este relato: 

“El Sr. Starkey viviĂł en el lugar allĂ­ especificado; pero muriĂł como me han informado, en la Gran Plaga en 1665, al aventurarse a anatomizar un cadáver muerto de la plaga, como el Sr. Thomson, el quĂ­mico, habĂ­a hecho antes Ă©l, y viviĂł muchos años despuĂ©s; pero la aventura de Starkey le costĂł la vida. Sin embargo, la medicina, realmente hecha y preparada a partir del mineral azufre, llamado azufre vivo, ahora puede obtenerse de muchos quĂ­micos en Londres y sus alrededores; no, la dificultad para hacerla no existe: puedes hacerla tĂş mismo si quieres: espera el tiempo y la oportunidad de comprar el mineral de azufre (no azufre comĂşn, el mineral). El proceso y la forma de la campana de vidrio, y la forma de hacer y rectificar este espĂ­ritu del mineral azufre, o azufre vivo, ya que sale como una piedra de la tierra, se puede ver en el quĂ­mico obras de Hartman y Crollius, llamadas "Royal Chymistry", Chara's "Royal Pharmacopaea / 'Lefehure, Thibault, Lemery, Glaser, "Dispensatorio" de Shroder, y muchos otros, a los que les remito. W. C. B.” 


En suma, que parecerĂ­a que el azufre ha sido en la historia de la alquimia enormemente significativo. Por más que algunos textos del corpus alquĂ­mico lo nieguen y rechacen visceralmente. 

Igual no quiero arruinarles la fiesta, pero dudo se llegue a buen puerto trabajando con el mineral. Al menos, no sale nada que no se conozca en el mundo de la ciencia desde hace tiempo. Incluido el famoso MSM, metilsulfonilmetano, derivado del ciclo del azufre y con curiosas propiedades medicinales, pero lejĂ­simo, muy lejos, de constituir una Medicina Universal, porque todos estos remedios les falta la contraparte universal para serlo.

Para cerrar este artículo les dejamos un video del investigador Sebastián Jarré que lo ha retirado de su canal y que nos permitió sumarlo a este artículo al que le debemos mucho:







Fuentes:
(1).Esta obrita, supuestamente escrita por un tal “Caravantes, alquimista español”, ha sido recogida en dos colecciones de textos bien conocidas por los amantes del arte, el “Theatrum Chemicum” y la “Verae Alchymiae Artique Metallicae”. AquĂ­ reproducimos una versiĂłn extraida de: Oxford, Bodleian Library. Ms Ashmole 1408. Siglo XVII. Folio 23v.
Articulo de Sebastián Jarré y video al respecto.

0 Comentarios