Oro auténtico transmutado por Tiffereau |
En 1819 naciĂł Cyprien ThĂ©odore Tiffereau, un quĂmico notable y fotĂłgrafo que fue conocido como el alquimista del siglo 19.
En 1842 tomĂł sus bártulos y viajĂł desde Francia con rumbo a MĂ©xico, dispuesto a hacer experimentos con las primeras fotografĂas, pero en realidad era un subterfugio. Tiffereau le interesaba particularmente algo que habĂa en MĂ©xico que no encontraba en su Francia natal: los metales, en particular, el que allĂ se formaba en abundancia, el oro.
Durante varios años llevĂł a cabo diversos experimentos en tierras mexicanas. En 1847 dejĂł agendado uno en especial. El mismo consistĂa en lo siguiente:
DespuĂ©s de exponer ácido nĂtrico a los rayos del sol por 7 dĂas, le vertiĂł sobre el mismo limaduras de una aleaciĂłn de cobre y plata y dejĂł la mezcla al sol.
Algunas de las limaduras se disolvieron, pero no todas.
Luego hirvió la mezcla y añadió más ácido. Tras las repeticiones del proceso, el residuo inicialmente negro verdoso se volvió más claro y más claro en color y finalmente se volvió de un brillante amarillo metálico.
Su prueba, y las que luego hicieron otros, demostrĂł que se trataba de oro puro.
En mayo de 1948 retornĂł a Francia dispuesto a hacer conocer su descubrimiento y llevarlo a cabo en su tierra. Sin embargo, tras probar en su tierra natal una y otra vez, el experimentĂł simplemente no funcionĂł.
Se puso a reflexionar quĂ© podĂa estar sucediendo. ConcluyĂł que el intenso sol de MĂ©xico podrĂa ser el responsable ya que tiene efectos notables que en otro lado no se encuentran: calor, carga magnĂ©tica quizá.
En tanto meditaba, patentó su descubrimiento, e intentó darlo a conocer sin éxito.
Los años pasaron y entonces creyó descubrir porqué en México funcionaba su experimento y no en Francia.
CorrĂa el año 1889 y Tiffereau volviĂł al escenario pĂşblico luciendo el oro transmutado en MĂ©xico e intentando que le prestaran atenciĂłn las más prestigiosas academias cientĂficas de la Ă©poca. Nadie le dio la más mĂnima atenciĂłn.
Con el tiempo, Tiffereau descubriĂł quĂ© era lo que permitĂa la transmutaciĂłn en MĂ©xico que en Francia no habĂa.
Se trataba, según sus investigaciones, de ciertas bacterias, presentes en México, las responsables de sus exitosas transmutaciones.
Como en Francia no hay minas de oro, estas bacterias están ausentes. Estos microbios desconocidos existirĂan en las cercanĂas de los depĂłsitos de oro.
Más tarde se puso a identificar esos microbios. Y lo que hizo fue recoger toda el agua de lluvia y el agua de los canales que pudo de Paris, con la esperanza de que algunos de los microbios estuvieran presentes, quizá llegando a través de la atmósfera.
De a poco, incrementĂł la acidez de la mezcla para matar a los más dĂ©biles microbios, con la esperanza de aislar a aquellos capaces de sobrevivir en ácido nĂtrico y transmutar metales.
Ahora, por extraño que parezca, y aunque causara gracia lo que hacĂa Tiffereau, en realidad estaba en lo cierto.
Es más: fue casi profético.
Porque en 1989, fue descubierta una particular bacteria, Bacillus Cereus, que por alguna razĂłn desconocida prospera especĂficamente alrededor de las venas de oro y , de hecho, se puede usar análisis biolĂłgicos del suelo hoy dĂa para detectar nuevos depĂłsitos de oro buscando como patrĂłn este particular microbio del todo extraño.
En efecto, nada de sol intenso, nitrito amĂłnico, luna llena, etcĂ©tera… sino simplemente una bacteria. O mejor dicho tal vez: una espora.
El viento la llevarĂa, seguramente, en su vientre (parafraseando el texto favorito de la alquimia).
No obstante, es imposible de evitar lo que se conoce como sesgo de confirmaciĂłn: la esperanza de obtener en la investigaciĂłn un resultado determinado y que hace que el que investiga manipule y adultere, de manera inconscientes, los resultados de sus experimentos.
Creo que este es el gran escollo en al arte hermĂ©tico, porque siendo tan crĂptico, los trabajos presentados tienen no una sino mil interpretaciones, y cada alquimista dirá que la Obra es una realidad y se hace de tal y cual manera, negando rotundamente otro procedimiento, como si fuera capaz de atisbar el resultado final aun sin haberlo conquistado.
Aquà confluyen el poder de la creencia, la cultura, la educación, la religión, en suma, la visión del mundo y el paradigma donde está parada la persona.
Hay que sacarse de encima todo esto para entender el asunto. Y seguir no a los maestros que escriben sino a la naturaleza que narra.
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