Hoy les voy a contar una bonita historia. La nuestra. Tal vez. Quizá. La de nuestra alquimia. Hace muchĂsimos años atrás, en el viejo Egipto, la gente vivĂa como canĂbales, totalmente desnudos e incultos, matándose y consumiĂ©ndose unos a los otros con desesperaciĂłn. Estaban totalmente perdidos. No encontraban la luz y vivĂan en un reinado de oscuridad.
En este preciso momento llega Osiris a Egipto heredando una tierra de muerte, una tierra de oscuridad primitiva, la tierra de Khemi, la Tierra Negra. Osiris se convirtiĂł entonces en el primer Dios-Rey de Egipto, mucho antes de que se fundara la primera dinastĂa histĂłrica o se construyera el primer templo. InstruyĂł a la gente, la sacĂł lentamente de su oscuridad, pretendiĂł instaurar el Reino de los Cielos, el reino de la vida eterna sobre esta tierra negra de muerte. Para hacerlo, Osiris les enseñó los rudimentos de la agricultura, el lenguaje y como adorar a los dioses.
En el proceso él mismo se volvió un rey, y su esposa, la bella Isis, se convirtió en su adorada Reina.
Como buen descendiente del Sol Ra, Osiris estableciĂł la primera dinastĂa solar en la tierra de Egipto. El era el Rey y su mujer , Isis, la Reina. No solo gobernaban secularmente, sino espiritualmente: eran los mismĂsimos dioses que no envejecĂan jamás.
Pero en el contexto alquĂmico hoy sabemos que Osiris era nuestro oro, u “oro filosĂłfico” que debĂa casarse con Isis, nuestro mercurio , o “mercurio filosĂłfico”, un matrimonio cuyo objeto era instaurar el Reino de los Cielos y conceder el ParaĂso en la tierra.
Pero el Rey y la Reina debĂan pasar por momentos tormentosos, de total negrura, y morir para producir algo más valioso que ellos mismos. El Sol (Osiris) y la Luna (Isis) tuvieron que pasar por el eclipse y sobrevivir al purgatorio de la tierra negra antes de poder instaurar el Reino que querĂan. Es algo muy parecido a lo que decĂa el alquimista Philaleteus:
“Pero antes de la renovaciĂłn de estas Naturalezas, deben en primer lugar pasar por el eclipse, tanto de Sol (oro) como de la Luna (mercurio) y la oscuridad del Purgatorio, que es la Puerta de la Negritud, y despuĂ©s de eso serán renovados con la luz del ParaĂso. Esto alegĂłricamente se llama Muerte”.
En el mito egipcio el niño divino, producto de esta unión, se le llama Horus, el hijo primogénito de Osiris y de la bella Isis.
El mito nos dice que Horus fue concebido por Isis a partir del cadáver de Osiris. Para que el niño naciera, Osiris, nuestro oro, tuvo que morir, reducirse a cenizas negras. Pero de estas cenizas negras, y al modo del Fénix, nace nuestra Piedra Filosofal, con ayuda del amor de Isis (el Mercurio Filosófico).
Hasta aquĂ la simbologĂa alquĂmica es evidente. Pero hay mucho más. Y con esto , concluiremos que la herencia de nuestra alquimia viene del antiguo Egipto, sin lugar a dudas.
SegĂşn el mito, con la muerte de Osiris, la tierra de Egipto fue usurpada por su hermano Set, quien fue clave en su muerte. Set estableciĂł un nuevo reino en la que era la tierra negra, conocido como el Reino Blanco, porque lo gobernaba la corona blanca conocida como hedjet.
AlquĂmicamente esto nos lleva a la blancura, la fase que sucede a la negrura.
En esta fase, el Elixir nace por primera vez, como Medicina de Primer Orden. Aunque Horus fue concebido a partir del cadáver de Osiris, en realidad nació cuando la corona blanca dominaba la tierra de Egipto.
Según el mito, Horus e Isis a través de ritos de magia pudieron resucitar a Osiris de la muerte. Pero Osiris ya no le interesaba los dramas humanos y cedió el poder a Horus, su hijo, dando asà inició al reinado Rojo porque estaba gobernado por la corona Roja, el conocido como deshret.
Este fue el verdadero reino espiritual, de la inmortalidad de los cielos, y fue visto como el mejor, el más honorable de los reinos. Del mismo modo que en alquimia el Elixir Rojo es mucho más soberbio que el blanco.
Pero no se puede pasar al rojo si antes no se pasĂł por el blanco, como dicen los Sabios, y si el negro no ha sido el primer color. Esto los alquimistas medievales lo representaron muy bien:
Y podrĂas estar tentado de imaginar que los alquimistas medievales y europeos sacaron su simbologĂa del mito de Osiris y del lejano Egipto. Sin embargo, no pudo ser asĂ, porque cuando los alquimistas escribieron sus tratados Egipto era una tierra olvidada, y no tenĂa la influencia que hoy podrĂa tener por ejemplo. Apenas se hablaba de aquella lejana tierra.
No serĂa hasta el siglo XIX que a travĂ©s de la piedra Rosetta y la egiptologĂa se comenzara a dar a conocer estos mitos. Hasta entonces, los pocos que visitaban Egipto se iban con las mismas dudas con las que ingresaban a aquella tierra. ReciĂ©n entonces, con el desciframiento de los jeroglĂficos, fue que empezĂł Egipto a ser tomada en consideraciĂłn por eruditos europeos y se descubriĂł un mundo fascinante que aun hoy dĂa nos sigue asombrando.
Los alquimistas europeos no tenĂan todavĂa este conocimiento, y lo que describieron ellos en sus textos, eran fruto de la observaciĂłn de sus redomas y matraces, que ahora vemos que se condice con el mito antiguo de los dioses de Egipto.
Hasta que punto estamos sumergido en los cultos solares que al rezar y decir AmĂ©n pocos sabrán que se está invocando un dios egipcio llamado AmĂ©n. O que el festejo de navidad coincidĂa con un culto solar del antiguo Egipto.
Pero no se tomen como verdad esta historia. Dije que era una bonita historia. Me la susurrĂł Rober E Cox, y como la cosas que susurra este hombre, son bonitas, pero casi siempre no se ajustan a la verdad.
0 Comentarios